El gran Bertolucci lleva al cine la biografía de Pu-Yi, el último emperador de China.
El último emperador
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Título original | The last emperor |
Nacionalidad | Francia / Hong Kong / Italia / Gran Bretaña |
Año | 1987 |
Género | Drama |
Formato | Color |
Duración | 160 |
Director | Bernardo Bertolucci |
Guión | Mark Peploe |
Fotografía | Vittorio Storaro |
Música | David Byrne, Ryuichi Sakamoto, Cong Su . |
Producción | Jeremy Thomas |
Reparto | John Lone, Joan Chen, Peter O’Toole, Ruocheng Ying, Victor Wong, Dennis Dun, Ryuichi Sakamoto, Maggie Han, Ric Young, Vivian Wu, Cary-Hiroyuki Tagawa, Jade Go, Fumihiko Ikeda, Richard Vuu, Tsou Tijger |
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Sinopsis | Vida de Pu-Yi, último emperador de la legendaria China Imperial, que coronado a los tres años, acabó su azarosa vida como jardinero, tras haber asistido al derrumbe del imperio, a periodos de cárcel, a encuentros y desencuentros con su pueblo y a estancias en campos de concentración.
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Crítica | Puntuación del crítico: 8 | Es una muy notable película del casi siempre excelente Bertolucci que retrata con magistralidad técnica la vida del caprichoso Pu-Yi. Los parajes donde se filma la película (uno de ellos la misma ciudad prohibida), su excelente fotografía, la fuerza de muchas de sus imágenes, la sobresaliente banda sonora así como algunas actuaciones memorables, la hacen perfecta técnicamente. La historia comienza con un intento de suicidio del emperador cuando es llevado a un campo de concentración donde se pretende reinsertar a criminales de guerra, individuos que tuvieron un papel activo durante el Imperio. Mediante magistrales cambios de tiempo, nos narra alternadamente la vida del emperador desde su coronación y su estancia en el campo de concentración, donde un sabio general comunista intenta hacer de él un ser autosuficiente y que sepa trabajar por sí mismo. La película nos narra todo esto con sobriedad pero también con poderío, incrustando algunas escenas cargadas de sensualidad típicas del cine de Bertolucci. La historia no podría estar mejor contada, pero tal vez su tendencia a veces hacia lo bizarro la lastre un poco en su permanente clasicismo. El final es precioso. Es magistral el retrato de un emperador que se cree dueño de un Imperio y que no es más que un triste símbolo utilizado por los demás, un hombre encerrado en la propia ciudad que gobierna tan esclavo del mundo como de él mismo. Inolvidables las tres o cuatro escenas en las que nota su esclavitud (sobre todo la última de ellas, en Manchuria). En la última parte de la película, existe una tenue crítica hacia el maoísmo y su repercusión en la juventud, que solo entendía a su líder y nada más (Que Bertolucci sea comunista no quiere decir ni mucho menos que estuviera de acuerdo con el sistema de gobierno del Stalin de China). Un film recomendable, profundo, que nos hará pasar un buen rato, sentir y pensar.
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Waster | |
Ficha de Película enviada por Waster el 19 de Mayo de 2004 |
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