América, América
Cartel de la película
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Sinopsis | Bruno Stroszek sale de la cárcel tras dos años encerrado por un delito cometido por el alcohol. El mundo que se encuentra fuera es tan indiferente y agresivo como siempre lo ha sido. Creyendo firme en las consignas del sueño americano, decide viajar, junto a una prostituta y un extravagante vecino a América, la tierra de los sueños.
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Crítica | Puntuación del crítico: 10 | Segunda y última colaboración entre Werner Herzog y Bruno S., "el soldado anónimo del cine". En una de sus películas más sociales, el director nos cuenta la historia de tres desafortunados inmigrantes alemanes, que, huyendo de la pobreza y la brutalidad de su país, viajan a Estados Unidos, creyendo que podrán encontrar una vida idílica. Como en todas las películas de Herzog, el protagonista es un ser nada convencional, un outsider, con envergadura de símbolo romántico. Bruno Stroszek pertenece a la galería de personajes bondadosos y marginales de la filmografía del director, hermanado con Kaspar Hauser (personaje con el que tiene mucho en común), el profeta Hais de Corazón de cristal o el ingenuo y soñador Fitzcarraldo (aunque este está a medias entre sus personajes megalómanos y los entrañables). Stroszek y sus dos desafortunados compañeros conocerán Estados Unidos en todo su podrido esplendor: la hipocresía moral, el machismo, la incomunicación, etc. Es cierto que esto puede achacársele a cualquier país occidental, pero es especialmente revelador el comentario que hace el protagonista relacionando el nazismo con América: los primeros agredían tu físico, los segundos, con sus falsas sonrisas y su hipocresía, atacan el espíritu, lo más recóndito y sensible del ser humano. Pero no es esta una simple película más sobre la dureza de la inmigración. Herzog vuelve a reflexionar nuevamente sobre la condición del hombre y la civilización, de la que Estados Unidos es el peor exponente. Stroszek se encuentra ante un mundo cuya ordenación se cimenta en valores absurdos, donde todo está regido por una lógica implacable y donde los sueños e impulsos individuales son automáticamente erradicados. Herzog, que cree en la fuerza de lo espontáneo, en lo impulsivo más que en lo racional, nos presenta un mundo donde la locura y la crueldad son el pan de cada día. No sin cierto sentido del humor y con una omnipresente ironía (atención a cuando los protagonistas compran la caravana, con la musiquita cuasi publicitaria de fondo), nos ofrece una perspectiva verdaderamente deprimente de un mundo en plena y total decadencia. Hombres que están a punto de matarse por estúpidos asuntos de propiedad, funcionarios tan sonrientes como dañinos y gente sin escrúpulos que convierte el cuerpo de la mujer en un bien público son sólo una parte de la terrible fauna que uno se encuentra en esta película. De nuevo, la naturaleza primigenia del hombre es destruida, aniquilada y corrompida por una sociedad que sólo sabe encerrar a quienes no entran en su juego, no dejándoles más opción que la locura, la delincuencia y el suicidio. Y por supuesto, los animales. Siempre quedará en mi memoria, como una de las escenas más terribles de la historia del cine, aquel baile bizarro y mareante de la gallina, el pato y el conejo al final de la película, seres obligados a ser hombres, mientras Stroszek, incapaz de integrarse en esa sociedad ni de vivir al margen de ella en la delincuencia, se sume en el caos y la locura. El simbolismo está muy presente, como en casi todo Herzog, y en ese aspecto lo que más me llamó la atención es la imagen de los policías llamando a un electricista para que pare la locura de los desquiciados teleféricos. Un símbolo, por cierto, con varias lecturas. Otra obra maestra de un director personal, único e irrepetible. También, una de sus películas más duras y a la par de las que resultarán más "fáciles" de ver para el gran público. Una de las cumbres de un verdadero poeta del cine.
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Waster | |
Ficha de Película enviada por Waster el 22 de Septiembre de 2006 |
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