Puntuación del crítico: 8 | Al principio parece un documental ordinario, correctamente realizado, pero poco a poco el ideario de Herzog aflora y nos presenta a un grupo de profesionales honestos que, sobreviviendo de donaciones, han fundado una sociedad que pretende concienciar en términos de salud y ayudar en las zonas más empobrecidas del oriente africano. Pero junto al retrato de estos valientes individuos, a contracorriente de un mundo conformista y mediocre, están los otros protagonistas, los indígenas, y finalmente la reflexión central se sitúa en los problemas de comunicación que surgen cuando dos culturas radicalmente opuestas entran en contacto. Herzog se muestra escéptico ante la educación "moderna" que se aplica en muchos poblados, observada por el director/narrador como un tipo de colonización cultural que proviene del sentimiento de superioridad occidental. Las colisiones e incomprensión intercultural vienen dadas porque los hombres de los países desarrollados intentan imponer a los indígenas su visión del mundo como la auténtica. Herzog, que durante todo el documental es bastante sutil y sugiere más de lo que muestra, condena abiertamente en una escena la idiotez y necedad de Occidente, que supone que la cosmovisión diferente de los indígenas es equivocada. Al final, hace un llamamiento a una actitud más tolerante, abierta y comprensiva hacia las distintas maneras de ver el mundo; además de sentenciar la necesidad de un desarrollo que saque de las condiciones de pobreza y violencia que muchos pueblos sufren en el continente africano. Si bien esas son las reflexiones que presenta la película, aplicadas a las circunstancias, si generalizamos estas ideas podemos extraer de ellas una más amplia, general, repetida en prácticamente todas las películas del director: todos, independientemente de nuestro origen, estamos condicionados por una cultura y una manera de ver el mundo. Para la memoria quedan secuencias como la del niño rechazado por sus padres, que se niega a hablar, y que ha cosechado amistad con un grupo de sordomudos; o la imagen del pequeño frotándose los ojos tras haberle sido aplicadas gotas de colirio. Pero, sobre todo, con un poder simbólico que parece deliberado, se erige la escena en que los indios se niegan a subir la escalera a la caravana-ambulatorio. Un documental que va de lo social a lo antropológico. Está, además, muy bien rodado. Desgraciadamente, no ha perdido nada de vigencia, y el estado actual del mundo demuestra su necesidad ahora más que nunca.
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