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Sinopsis | Mason Storm es un durísimo policía que lleva tiempo investigando los asuntos mafiosos de un conocido político.Descubierto, la venganza cae sobre su familia en forma de asesinato. Su mujer muere, su hijo es dado por desaparecido y él mismo queda gravemente herido. Dado por muerto por sus perseguidores y mantenido oculto por sus superiores, Storm cae en estado comatoso. Sin embargo, tras siete años de inconsciencia, Mason recupera el sentido... y la memoria. No obstante aquellos que tiempo atrás le dieron por muerto se han enterado de su situación y no están dispuestos a que continúe vivo.
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Crítica | Puntuación del crítico: 2 | "A mí me daban dos", decía el eslogan de un anuncio de Petit Suitte. No sabemos cuantos debieron de darle a Steven Seagal de pequeño pero lo que es seguro es que él bien que da. Y además con magnánima generosidad. Dos, tres, cuatro y las que hagan faltan, las hostias de este hombre no tienen límite. De esta manera, a golpe de puñetazos, este ex-guardaespaldas, filósofo de tres al cuarto y actor sobradamente negado se ha ido convirtiendo en la mejor figura del peor cine de acción. Ni su carencia de facultades interpretativas ni los fracasos taquilleros han sido en ningún momento fuente de desánimo para este individuo que, habiéndose propuesto lo imposible, se ha ganado por méritos propios un puesto en el podio de los actores más repulsivos e incompetentes que jamás han pisado un escenario. La filmografía de este gorila manporrero, iniciada a finales de los 80 (y por desgracia aún inconclusa), alcanzó su posición cenital en 1992 con "Alerta Máxima", exitosa producción en donde Mr. Seagal despachaba a gusto a toda una legión de terroristas marineros capitaneados por Tommy Lee Jones. Plagio oportunista de "La Jungla de Cristal" en donde Seagal imitaba las andanzas llanerosolitarias de un John Mclain transformado en cocinero naval. Desde entonces sus trabajos no han dejado de infectar las salas de cine con regularidad relojera, convirtiendo de esta forma su pelo engominado y su cara de susto en señas de identidad inconfundibles. Eso y sus violentas peleas. Aunque, bien pensado, Steven Seagal no pelea. Seagal golpea, aprisiona, tumba, doblega, rompe, machaca, tritura, cercena, descuartiza y arranca. Es decir trata a sus adversarios con saña plastilera. Quién sabe, quizás en párbulos no le dejaron jugar lo suficiente con la plastilina, arrastrando desde entonces un trauma. O quizas jugó demasiado. Y es que la infancia marca mucho. Un comentario mal encajado, un insulto no olvidado o una experiencia sin superar pueden dar lugar a un Seagal en potencia. O a un Stallone, o a un Arnie, o a un Ludgren... Además sus demostraciones macarreras ni siquiera son nuevas pues sus películas no son más que una sucesión de productos calcados a cual peor. Paradoja: Ttdas sus películas son iguales pero a la vez cada una es peor que la anterior. Por otro lado, una vez iniciada la proyección, toda la historia se reduce a una ristra de excusas y hechos rocambolescos cuyo fin es conducir a Seagal a una situación en donde los trompazos son la única alternativa. Y eso cuando tiene las manos desnudas, porque cuando se afianza algún objeto punzante a Seagal le pierde su pasión entomóloga, ensartando a sus enemigos cual coleccionista de insectos. Cierto es que otros también optaron por la vía del mandoble para solucionar sus problemas, tal es el caso de Bruce Lee, pero eran otros tiempos. Unos tiempos en donde los guantazos marciales de Lee fueron recibidos por el cine en forma de sabia fresca. Incluso el masoquista Jackie Chan, con sus arneses y saltitos, resulta interesante. Pero lo de Seagal es puro tedio repetitivo en una época en donde sobran tortas y faltan sesos.
En resumen: Seagal va a su bola y, entre meditación y meditación, aún le sobra tiempo para rodar alguna peliculilla fiel a su estilo.
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Ficha de Película enviada por RealWimper el 18 de Junio de 2005 |
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