Una obra casi maestra, aunque sólo fuera por la brutal escena entre Timothy Spall y Lesley Manville nada más llegar del hospital. Tan sobrecogedora como la imágen de una madre corriendo al hospital tras enterarse de que su hijo ha sufrido un ataque. Emotiva, veraz, una película ante la que es imposible permanecer indiferente. Las interpretaciones de todo el reparto, y en especial de los dos protagonistas, son admirables.